viernes, 28 de enero de 2011

Lunes victoriano

Capítulo XI: Lunes victoriano

El lunes se reanudó la investigación. Al parecer la muerte del señor Cisneros había inquietado al embajador inglés en Madrid, ya que éste había solicitado una entrevista con nosotros.
- ¿Qué querrá hablar un político con la policía?- preguntó Antonio en la oficina.
- Dictarnos sus directrices, eso por descontado- comentó Lluis.
- Según leí en el informe, el señor Cisneros era un fiel colaborador de un funcionario de la embajada- les expliqué.
La puerta se abrió.
- Esto empieza a oler muy mal- la inspectora Hidalgo entró como un huracán y tiró un periódico sobre la mesa.
- No puede ser- soltó Antonio- ¡qué sinvergüenza!- Dimite por asuntos personales- leyó con voz clara, pero tensa.
- Al parecer van a tener que verse las caras con Mister Welsh- nos informó Candela.- El señor Salmeron no ha resistido la tentación de enviar al implicado a la China.
- ¡Qué exótico!- Lluis era capaz de ironizar hasta en las situaciones más complejas- ya quisiera yo un castigo tan excitante.
- No caerá la breva- me burlé.
Todos reímos.
- Bien, no se lo pondremos fácil sea quien sea.
La embajada de Reino Unido en Madrid era un lugar imponente, señorial, yo diría que incluso con rasgos victorianos.
- El señor embajador les está esperando- nos indicó el secretario de Mister Welsh.
Nos condujo por un pasillo hasta la puerta del despacho del embajador.
Al llegar a la puerta, abrió.
Ante nosotros, una sala amplia, luminosa, color pastel,... El señor Welsh, un individuo bajito, gracil, pero serio, como todo buen inglés.
- Ya tenía yo ganas de hablar con ustedes.- Mister Welsh estrechó nuestras manos.
- Nosotros también, señor embajador- le aseguró Lluis.
- Largo y tendido- añadí mientras el secretario cerraba la puerta, asustadizo.

* FUENTE DE LA IMAGEN: Wikipedia.

sábado, 22 de enero de 2011

Sigue la investigación

Capítulo X: Sigue la investigación

Tras las maravillosas vacaciones de Navidades en Catalunya, la vuelta al trabajo fue dura:
- Malas caras compañeros- comentó Lluis mientras desayunábamos en la cafetería de abajo.
- Yo creo que tengo el síndrome postvacacional- aseguró Antonio.
- Tú lo que tienes es mucha cara- le contesté.
- ¡Qué pena de hombres! Aguantan muy poco para su edad- la inspectora Hidalgo volvía pisando fuerte. Ése era su estilo.
- No decías lo mismo en Barcelona, ¿eh?- le insinuó Antonio mientras guiñaba el ojo y Lluis reía.
- Le recuerdo que vuelvo a ser su jefa, así que no se pase un pelo porque le abro expediente- no tenía pinta de estar bromeando.- Bien- dijo mientras se sentaba en la silla  vacía que había a mi derecha- vengo para comentarles el estado de la investigación.
- ¡Ah! Pero ¿todavía no han cogido a los culpables? Le recuerdo que estuvieron a punto de matarme- Lluis todavía estaba afectado por el ataque en la casa del señor Cisneros.
- Mejor todavía- contestó Candela- le han encontrado muerto en una zona boscosa cercana a su residencia. Tenía una nota en la frente.
- Seguro que decía: "Soy un hijo de..."- Antonio era así de espontáneo.
- Pues no- contestó la inspectora- para ser exactos rezaba lo siguiente:

“Miles  out  with   these   calculations”

- Él no era la clave. Sólo era un intermediario.
- Elemental, mi querido Ares -confirmó Candela.
- ¿Pistas?- preguntó Antonio.
- Están en ello. Pero tienen que saber algo.
El silencio se hizo insoportable.
- Qué, ¿qué pasa?- le pregunté.
- Les han apartado del caso. No he podido hacer nada. Han asegurado que no iban a ser objetivos en la investigación.
- Eso por descontado- aseguró Lluis- les queremos dar las gracias por deshacerse del indeseable de Cisneros.
- Vamos a poner un recurso- le aseguré a Candela.
- Está bien, yo les respaldaré, pero créame si le digo que no servirá de nada. No obstante, es lo que deben hacer. Se ha puesto en duda su profesionalidad y eso es lo último.
- Llegaremos hasta el final- confirmaron Antonio y Lluis.
El recurso siguió adelante y la contestación fue positiva a nuestra petición.
- El que la sigue la consigue- dije mientras entraba en mi despacho. La inspectora Hidalgo acompañaba a mis colegas a la espera de la respuesta oficial.- Mañana nos traen informes y el lunes seguimos donde lo dejamos, pero lo que está claro es que seguimos. 

* FUENTE DE LA IMAGEN: micuartotrastero.blogspot.com

domingo, 26 de diciembre de 2010

Unas fiestas muy especiales

Capítulo IX: Unas fiestas muy especiales

Capítulo dedicado a mi amiga y lectora catalana M. Eugènia Creus-Piqué. Para que este próximo año te llene de salud y de energía.

Al abrir los ojos, vi todo blanco. No sabía dónde estaba. Notaba un fuerte dolor en el hombro izquierdo y una debilidad generalizada que no era usual en mí.
Al mirar hacia la izquierda pude ver a la inspectora Hidalgo llorando.
De repente, todos los recuerdos se agolparon de nuevo en mi cabeza.
- Candela –me intenté incorporar inútilmente- ¿cómo está Lluis? ¿Y Antonio?
No me contestaba.
- Contéstame o me arranco las vías y me arrastro hasta información –grité desesperado.
- Vicente –me puso una mano sobre el pecho para que no me moviera- ahora no te puedes levantar. Te han operado del hombro y has perdido mucha sangre. Antonio está bien. Tiene una fractura en las costillas, pero se recuperará pronto.
- ¿Y Lluis?- insistí ansioso.
- Vicente, tienes que prometerme que no te vas a alterar, de lo contrario los médicos me reñirían…
- Al carajo los médicos.
- Pues, el inspector Miró… -dos lágrimas resbalaron por sus mejillas- … está en coma.
Al instante noté como si me hubieran clavado un cuchillo en la espalda.
Me sentía culpable, responsable por no haber podido evitar tamaña desgracia.
- Pero –carraspeé, saqué fuerzas de la nada- ¿qué dicen los médicos? ¿Saldrá de ésta?
- Dicen… Dicen que lo más seguro es que no –sin poder evitarlo, se echó a llorar de nuevo.
No podía creer lo que oía. Lluis, con toda la energía que tenía, con todas las ganas de vivir, a un paso de la muerte.
Sin embargo, yo había aprendido que a la muerte no había que tenerla miedo. Nunca. Había que mirarla de frente.
Años atrás había sido sometido a un tratamiento horrible que había minado mis esperanzas junto a los malos augurios de los médicos. Pero me harté y dije: “Y una mierda, conmigo no puede ni Dios”. Y así fue. Conmigo no pudieron. Ni los doctores, ni el maldito tratamiento.
Así que me centré en esos recuerdos.
- No llores, Candela –le acaricié una mano- si lucha, vivirá, y Lluis siempre lucha.
- Vicente… ¿tú crees que podrá…?
- Sí… pero necesito que me den un calmante y que me lleven a donde esté. Tengo que decir unas palabras mágicas.
- ¿Cómo puedes tener valor para decir tonterías en esta situación? –me preguntó histérica.
Yo, que sabía como tratar un shock, me preparé.
- Como no traigas ya a un médico, a una enfermera, o a lo que sea que me lleve hasta Lluis, cuando me levante, te mato.
El caso es que siempre funcionaba. Me metía en mi papel de loco y funcionaba. Sobre todo cuando se lo decía a personas en un estado de nervios exasperante.
Que qué le dije a Lluis. Pues lo que tenía que oír. Que había personas que le necesitábamos (entre ellas yo) y que no podía ser tan desagradecido como para dar la espantada a esas alturas. Además, le prometí algo que sabía, le iba a interesar.
Le aseguré que pasaría con él las Navidades en Catalunya si se recuperaba (era algo que me había ofrecido muchas veces, pero que había rechazado por friolero y bobo) y le anuncié que Antonio y Candela se apuntarían al viaje si se ponía bien.
Y ya te digo que si se recuperó. Yo sabía que me había oído. Y en efecto, me oyó.
Tardó tres días en despertarse, el muy bribón y, para mayor sorna, Candela, Antonio y yo le canturreábamos: “Y al tercer día resucitó…”. A sabiendas de que era un ateo militante.
Con todo, pasamos unas fiestas muy especiales, nos conocimos más, olvidamos el trabajo, estrechamos nuestra relación y recordé, después de muchos años, que la vida siempre vence a la muerte.



* FUENTE DE LA FOTOGRAFÍA: barbolax.blogspot.com

viernes, 26 de noviembre de 2010

Continuará

Capítulo VIII: Continuará          



Capítulo dedicado a mi amiga y lectora catalana Anna Jorba Ricart.  
                   




El cielo estaba nublado cuando llegamos a la finca del señor Cisneros, la cual se encontraba a la afueras del Escorial.
- Un paraje cautivador- comenté al salir del coche de forma inconsciente.
- Lo cautivador resulta peligroso. Estemos alerta- advirtió Lluis.
Tras llamar a la puerta, una joven nos recibió gentilmente y nos condujo hasta la sala de estar que se encontraba en la segunda planta para que nos pudiese atender “el señor”.
- Pues no sé para qué le hace falta a este hombre robar. Tiene de todo, ¿no crees?
- Antonio, cuanto más se tiene más se quiere. Parece mentira que lo digas tú, que en cuanto ves una chupa que te gusta te la quieres comparar.
Se sonrojo como hacía siempre y no contestó nada.
Antonio y yo habíamos salido juntos muchas veces después del trabajo y era una de las personas más caprichosas que conocía. Era, en definitiva, un niño.
- Señores, sean bienvenidos a mi hogar.
- Buenos días, señor Cisnero- me acerqué para estrecharle la mano y señalando a mis compañeros…- Estos son el inspector Jiménez y el inspector Castells. Mi nombre es Vicente Ares y soy inspector jefe de la Policía Nacional. Queríamos hablar con usted sobre un cuadro robado. Una serie de personas le han acusado de implicación directa en el caso y queríamos...
- Sólo declararé ante un juez. Y, a no ser que tengan ustedes una orden judicial para realizar una inspección, les ruego que abandonen mi casa o me veré obligado a denunciarles por allanamiento de morada.
- ¡Vaya! Pronto se le acabó la hospitalidad- saltó Antonio.
- No dude que la traeremos y que usted será llamado a declarar- le aseguré- pero mientras tanto tendrá a una patrulla que le siga día y noche, no sea que el pájaro quiera volar. Es más, esta misma noche traeremos la orden judicial para registrar su casa. No intente nada raro. Está vigilado.
Acto seguido, bajamos las escaleras y volvimos al coche.
- Éste esconde algo, pero tiene un as en la manga, te lo digo yo- aseguró Lluis.
- Lo comprobaremos esta misma noche- sentencié impaciente.
Y en efecto,  esa misma noche volvimos con una orden judicial de registro que no dejaba lugar a dudas.
Al llegar al chalet nos encontramos la puerta abierta.
- ¡Qué raro!- exclamé mientras mis dos colegas sacaban el arma- ¿señor Cisneros?
Cual respuesta oímos un disparo y un grito que provenía de la planta de arriba.
Subimos a toda velocidad por las escaleras con las pistolas en alto y al llegar arriba…
¡Nos encontramos al señor Cisneros en el suelo, con una pistola al lado y cubierto por un charco de sangre!
Enfundamos el arma y nos dispusimos a atenderle cuando se fueron las luces.
Lo siguiente que recuerdo es que el supuesto muerto resucitó y me disparó en el hombro.
Dos "armarios" surgieron de las sombras y apresaron a mis compañeros.
Lluis forcejeó con el hombre que le sujetaba y se abalanzó contra el señor Cisneros. Hubo un disparo.
Luego perdí el conocimiento por completo.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Después de la tormenta viene...

Capítulo VII: Después de la tormenta viene…           
El cielo plomizo parecía cerrar la mañana. Encendí la radio para oír las noticias:
“Son las 8, las 7 en Canarias. El PSC ha dado la vuelta a las encuestas. Ángel Llorente, Barcelona”.
“Así es, Jordi. Contra todo pronóstico José Montilla ha arrasado en las elecciones. Según todos los analistas políticos, esto se explica por la debacle histórica del Partit Popular de Catalunya, que con el 2,5% de los votos se queda fuera del Parlament…”.
Parecía que los catalanes no se habían dejado llevar por las encuestas. A ver cómo me encontraba a Lluis. Él era del PSC.
- Ya ves, Vicente, en Catalunya la gente es muy participativa. La abstención ha bajado al 20%. Y hemos ganado…
- Bah, yo de política no entiendo- comentó Antonio entre bostezos-, pero siempre digo lo mismo: al que elija la gente, bien elegido está.
-Sobre todo si la abstención es baja.
Yo tampoco entendía mucho de política, al menos de la política de la que se hablaba de forma histérica en los medios de comunicación. Para mí, la política era algo importante, pero también lo era, y mucho, el orden.
- Bueno, bueno,… y ¿qué se sabe del hallazgo de nuestro héroe?- preguntó con sorna Lluis.
- Pues según la jefa, que está que trina,…
- Según la jefa, que está que trina, en cinco minutos al despacho- Candela pasó por el despacho como lo hubiera hecho un huracán.
- Ésta mujer consigue levantarme dolor de cabeza- me quejé de mala gana.
En efecto, a los cinco minutos llamamos a la puerta de su despacho.
- Pasen- contestó de forma seca.
El despacho tan ordenado como siempre, tan clásico, tan señorial…
- Pueden sentarse- indicó las tres sillas de siempre.
- Primero- carraspeó- quería felicitar a Lluis por el triunfo del PSC.
Sorprendido, mi compañero se puso colorado y susurró un “gracias” casi inapreciable.
- Segundo. Vicente, le reitero lo que le dije ayer por la tarde.
Mis compañeros me miraron con cara de sorpresa, pues no sabían de qué iba la cosa.
- Y tercero y más importante, el documento secreto que, al parecer estaba adherido al cuadro, ya no lo está. Encontró la pista, pero no resolvió el caso, Ares.
- Lo suponía- aseguré inmediatamente.
- Ahora la investigación continúa. Los de laboratorio me han dado esta dirección- me extendió la tarjeta de un tal señor Cisneros.- Deben hablar con él. Al parecer podría estar metido en todo el ajo.
- Muy bien, intentaremos averiguar cuál ha sido su implicación en el caso.
Al salir del despacho…
- ¿Cómo que lo que te dijo ayer por la tarde?- preguntó Antonio.
- ¿Eso es a lo que más importancia le has dado de todo lo que nos ha contado?
- No respondas con preguntas, don Juan- dijo Lluis.
- ¡Ya está! Vamos a preparar las cosas, que nos espera una buena tarde.
Parece que los convencí. El caso es que no me volvieron a preguntar.
Como es lógico, lo que me había dicho la tarde anterior es que lamentaba la bofetada que me había dado, pero eso yo no se lo iba a contar a mis colegas. A veces eran crueles y yo no quería más conflictos. 

* FUENTE DE LA FOTOGRAFÍA: ucm.es