viernes, 26 de noviembre de 2010

Continuará

Capítulo VIII: Continuará          



Capítulo dedicado a mi amiga y lectora catalana Anna Jorba Ricart.  
                   




El cielo estaba nublado cuando llegamos a la finca del señor Cisneros, la cual se encontraba a la afueras del Escorial.
- Un paraje cautivador- comenté al salir del coche de forma inconsciente.
- Lo cautivador resulta peligroso. Estemos alerta- advirtió Lluis.
Tras llamar a la puerta, una joven nos recibió gentilmente y nos condujo hasta la sala de estar que se encontraba en la segunda planta para que nos pudiese atender “el señor”.
- Pues no sé para qué le hace falta a este hombre robar. Tiene de todo, ¿no crees?
- Antonio, cuanto más se tiene más se quiere. Parece mentira que lo digas tú, que en cuanto ves una chupa que te gusta te la quieres comparar.
Se sonrojo como hacía siempre y no contestó nada.
Antonio y yo habíamos salido juntos muchas veces después del trabajo y era una de las personas más caprichosas que conocía. Era, en definitiva, un niño.
- Señores, sean bienvenidos a mi hogar.
- Buenos días, señor Cisnero- me acerqué para estrecharle la mano y señalando a mis compañeros…- Estos son el inspector Jiménez y el inspector Castells. Mi nombre es Vicente Ares y soy inspector jefe de la Policía Nacional. Queríamos hablar con usted sobre un cuadro robado. Una serie de personas le han acusado de implicación directa en el caso y queríamos...
- Sólo declararé ante un juez. Y, a no ser que tengan ustedes una orden judicial para realizar una inspección, les ruego que abandonen mi casa o me veré obligado a denunciarles por allanamiento de morada.
- ¡Vaya! Pronto se le acabó la hospitalidad- saltó Antonio.
- No dude que la traeremos y que usted será llamado a declarar- le aseguré- pero mientras tanto tendrá a una patrulla que le siga día y noche, no sea que el pájaro quiera volar. Es más, esta misma noche traeremos la orden judicial para registrar su casa. No intente nada raro. Está vigilado.
Acto seguido, bajamos las escaleras y volvimos al coche.
- Éste esconde algo, pero tiene un as en la manga, te lo digo yo- aseguró Lluis.
- Lo comprobaremos esta misma noche- sentencié impaciente.
Y en efecto,  esa misma noche volvimos con una orden judicial de registro que no dejaba lugar a dudas.
Al llegar al chalet nos encontramos la puerta abierta.
- ¡Qué raro!- exclamé mientras mis dos colegas sacaban el arma- ¿señor Cisneros?
Cual respuesta oímos un disparo y un grito que provenía de la planta de arriba.
Subimos a toda velocidad por las escaleras con las pistolas en alto y al llegar arriba…
¡Nos encontramos al señor Cisneros en el suelo, con una pistola al lado y cubierto por un charco de sangre!
Enfundamos el arma y nos dispusimos a atenderle cuando se fueron las luces.
Lo siguiente que recuerdo es que el supuesto muerto resucitó y me disparó en el hombro.
Dos "armarios" surgieron de las sombras y apresaron a mis compañeros.
Lluis forcejeó con el hombre que le sujetaba y se abalanzó contra el señor Cisneros. Hubo un disparo.
Luego perdí el conocimiento por completo.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Después de la tormenta viene...

Capítulo VII: Después de la tormenta viene…           
El cielo plomizo parecía cerrar la mañana. Encendí la radio para oír las noticias:
“Son las 8, las 7 en Canarias. El PSC ha dado la vuelta a las encuestas. Ángel Llorente, Barcelona”.
“Así es, Jordi. Contra todo pronóstico José Montilla ha arrasado en las elecciones. Según todos los analistas políticos, esto se explica por la debacle histórica del Partit Popular de Catalunya, que con el 2,5% de los votos se queda fuera del Parlament…”.
Parecía que los catalanes no se habían dejado llevar por las encuestas. A ver cómo me encontraba a Lluis. Él era del PSC.
- Ya ves, Vicente, en Catalunya la gente es muy participativa. La abstención ha bajado al 20%. Y hemos ganado…
- Bah, yo de política no entiendo- comentó Antonio entre bostezos-, pero siempre digo lo mismo: al que elija la gente, bien elegido está.
-Sobre todo si la abstención es baja.
Yo tampoco entendía mucho de política, al menos de la política de la que se hablaba de forma histérica en los medios de comunicación. Para mí, la política era algo importante, pero también lo era, y mucho, el orden.
- Bueno, bueno,… y ¿qué se sabe del hallazgo de nuestro héroe?- preguntó con sorna Lluis.
- Pues según la jefa, que está que trina,…
- Según la jefa, que está que trina, en cinco minutos al despacho- Candela pasó por el despacho como lo hubiera hecho un huracán.
- Ésta mujer consigue levantarme dolor de cabeza- me quejé de mala gana.
En efecto, a los cinco minutos llamamos a la puerta de su despacho.
- Pasen- contestó de forma seca.
El despacho tan ordenado como siempre, tan clásico, tan señorial…
- Pueden sentarse- indicó las tres sillas de siempre.
- Primero- carraspeó- quería felicitar a Lluis por el triunfo del PSC.
Sorprendido, mi compañero se puso colorado y susurró un “gracias” casi inapreciable.
- Segundo. Vicente, le reitero lo que le dije ayer por la tarde.
Mis compañeros me miraron con cara de sorpresa, pues no sabían de qué iba la cosa.
- Y tercero y más importante, el documento secreto que, al parecer estaba adherido al cuadro, ya no lo está. Encontró la pista, pero no resolvió el caso, Ares.
- Lo suponía- aseguré inmediatamente.
- Ahora la investigación continúa. Los de laboratorio me han dado esta dirección- me extendió la tarjeta de un tal señor Cisneros.- Deben hablar con él. Al parecer podría estar metido en todo el ajo.
- Muy bien, intentaremos averiguar cuál ha sido su implicación en el caso.
Al salir del despacho…
- ¿Cómo que lo que te dijo ayer por la tarde?- preguntó Antonio.
- ¿Eso es a lo que más importancia le has dado de todo lo que nos ha contado?
- No respondas con preguntas, don Juan- dijo Lluis.
- ¡Ya está! Vamos a preparar las cosas, que nos espera una buena tarde.
Parece que los convencí. El caso es que no me volvieron a preguntar.
Como es lógico, lo que me había dicho la tarde anterior es que lamentaba la bofetada que me había dado, pero eso yo no se lo iba a contar a mis colegas. A veces eran crueles y yo no quería más conflictos. 

* FUENTE DE LA FOTOGRAFÍA: ucm.es

lunes, 15 de noviembre de 2010

La venganza se sirve en plato frío

Capítulo VI: La venganza se sirve en plato frío

Capítulo dedicado a mi madre, que hoy cumple años para alegría de todos los que la conocen y de mí, especialmente. 
Que disfrutes de este capítulo como he disfrutado yo de tus relatos.
Ella es la impulsora de mi invención y mi pasión por la literatura. Gracias y felicidades.

Después de un fin de semana de impaciencias y nerviosismo, antes de entrar en la cafetería que hay debajo de la oficina, donde sabía que estaban mis compañeros junto a la inspectora Hidalgo, recordé las palabras de mi profesor de Latín, Aitor:
“La venganza se sirve en plato frío”. Ahora me disponía a servir la mía propia.
Practiqué una de mis patéticas sonrisas burlonas y me dispuse a comenzar el show.
- Buenos días, inspectora Hidalgo- saludé amistosamente mientras me sentaba en la silla libre que había justo enfrente de donde estaba sentada Candela.
- Hombre, parece que el fin de semana le ha calmado, ¿ya se le pasó el cabreo?- al tiempo que preguntaba sonreía cruel, como ella era.
- Vicente, te he llamado el fin de semana y no me has contestado- me susurró Antonio.
Lluis me saludó con un gesto, cabizbajo aun por el ridículo que habíamos protagonizado el viernes anterior.
- Pues yo diría que sí, o mejor dicho que no. Nunca estuve cabreado, aunque sí molesto por sus malas mañas.
- Me ofende, inspector- debía de sentirse muy orgullosa de su broma.
- Sin embargo, estoy convencido de que la que va a cabrearse hoy es usted. A fe mía que así será- después de decir esto emití una sonora carcajada, practicada con anterioridad, al estilo de las de las películas de terror.
 Me miraron los tres contrariados. Creo que pensaron que había perdido la cabeza.
- ¿Porque debería cabrearme?- preguntó, recelosa, Candela.
- Porque el cuadro ya había aparecido para cuanto nos intentó gastar la broma.
- No puede ser- Lluis, contrariado, saltó de la silla.
- Pues sí.
- No me lo creo- dijo Antonio.
- Yo tampoco- la inspectora parecía algo nerviosa.
- Vamos a la oficina, pues.
A continuación, los cuatro nos levantamos y nos dirigimos a la oficina que estaba a escasos metros del café.
Ya en el laboratorio…
- ¡No es posible!- Candela parecía fuera de sí- ¿cómo es que no me avisaron?
- El inspector Ares nos aseguró que él mismo le daría la noticia- el pobre Ricardo me miró con cara de póquer.
- No te preocupes, Ricardo, todo está bien. Luego te lo explico- le dije intentando tranquilizarle.- Si me acompaña le aclararé todas sus dudas, inspectora Hidalgo.
Todo estaba saliendo según lo previsto. Estaba pletórico. Había hecho un gran papel y estaba muy orgulloso de mí mismo. Pero aun quedaba lo mejor.
- No puedo comprender cómo actuó de esa forma tan irregular- me gritó en el despacho.
- ¿Me va a hablar de irregularidades, usted que nos intentó chulear?
- Sí, pero a nosotros podías habernos dicho algo- se quejó Lluis.
- ¡Qué vergüenza!- refunfuñó Antonio.
- ¡Bah!, sois unos bocas. A la mínima os hubiera pillado.
Los dos me miraron con cara de pocos amigos.
- Los hechos fueron los siguientes- carraspeé para hacerme el interesante.- Una vez confirmé en laboratorio que era el original, vine al despacho de la inspectora a informarle del hallazgo que, inesperadamente, tuvo lugar el jueves por la tarde. Y cuál no fue mi sorpresa cuando la escuché hablando con su tío, nuestro muy querido antiguo jefe (la puerta estaba entreabierta)…
- Es usted un miserable…- yo creo que casi me da una bofetada de la rabia.
- Tendrá que oírlo. Quiera o no- ella calló- Bueno, pues como iba contando, la conversación era realmente jugosa. Se trataba de la broma que le iba a gastar a tres ineptos inspectores que por casualidades de la vida éramos nosotros. Así que la cosa era bien fácil. Hice como si nada y rogué que no pasase por laboratorio. Mis súplicas fueron escuchadas y la farsa continuó hasta hoy…
- Es usted un fatuo y un intrigante…
- Inspectora creo que lo segundo también se lo puede aplicar.
Lluis y Antonio rieron con ganas.
- ¿Cómo se atreve a escuchar las conversaciones privadas de los demás?
- Pues mire, no es costumbre, pero estaba usted con unas risas que no la quise interrumpir y cuando escuche mi nombre junto al calificativo de inocente… Por cierto una risa angelical y cantarina.
Mis compañeros estaban que se tiraban por el suelo.
Sin previo aviso, Candela me pegó una bofetada y salió del despacho.
Se hizo el silencio.
- La tienes en el bote- dijo descaradamente Antonio.
- No sé, no sé… pero lo que está claro es que al final la broma le ha costado cara.
Con todo, tras cobrarnos la broma del viernes, fuimos a nuestro despacho para continuar la tarea.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Pasos en falso

Capítulo V: Pasos en falso

Capítulo dedicado a mis queridas lectoras gallegas: Marisol y María Jesús.


Después de leer y releer los informes de la policía británica, la inspectora Hidalgo nos facilitó una lista de locales de decoración clásica para que pudiésemos comenzar la investigación.
Es cierto que era la parte más entretenida del trabajo, pero en una mañana como ésa, de noviembre, fría y apagada, apetecía entre poco y nada salir de nuestro refugio: la oficina.
De todos los locales que visitamos sólo fue provechoso, para nuestro propósito, uno de ellos. Se trataba de un habitáculo oscuro, en una planta baja, dirigido por un chino.
- Nosotros querer saber sobre cuadro de Shallot, sobre cuadro de Dama- me dirigí al tendero mientras entrábamos los tres al establecimiento.
-  Y yo quiero que me hable normal, que soy chino pero no tonto- me contestó de mala gana.
Lógicamente mis dos compañeros comenzaron a reírse por lo bajo, mientras yo experimentaba un molesto rubor agravado por la sorna.
- Perdone usted. Sólo queríamos saber si tiene información sobre un cuadro llamado “La Dama de Shallot”.
- Pues sí- los tres nos impacientamos- ayer recibimos un ejemplar con ese nombre.
- Eso hay que verlo- sugirió Lluis.
- Desde luego- apostilló Antonio.
Después de poner en la puerta, misteriosamente, el  cartel de cerrado, los cuatro atravesamos un pasillo que conducía a una instancia muy espaciosa que, supuse, era un almacén.
- Acompáñenme, señores- indicó gentilmente el tendero.
- Hay que estar alerta, no sea que se trate de una trampa- me susurró Lluis mientras se llevaba una mano a la pistola.
Recorrimos varios pasillos hasta llegar a una esquina donde había un cuadro tapado por una tela  blanca.
- Gran cuadro, sí señor, gran cuadro- comentó el vendedor- una verdadera obra de arte- carraspeó.- Como podrán suponer, señores, tiene un precio elevado.
Antonio pegó una carcajada. Yo le reprendí con una mirada y dejó de reírse.
- ¿Tendría la gentileza de permitirnos observar el cuadro?- tenía esa pregunta ensayada de toda la mañana.
- Por supuesto.
El hombrecito levantó la tela y pudimos contemplar la prueba del crimen.
- Veamos- saqué una linterna y una lupa.
En una hoja anexa de los informes, encontramos indicaciones sobre el procedimiento para poder determinar si se trataba de un plagio o del original.
- ¿Y bien?- preguntó impaciente Antonio.
- Paciencia- contesté mientras observaba minuciosamente la prueba.
- ¿Paciencia para qué?- refunfuñó el chino al olerse algo raro.
- ¡Eureka! ¡A mí la guardia! A fe mía que el chino es un bribón- exclamé exaltado ante el hallazgo.
Yo siempre era así de teatral.
El pobre chino puso una cara de susto que no se le podía negar.
Mientras, Antonio y Lluis le pusieron las esposas.
- Tiene usted derecho a permanecer en silencio. Todo lo que declare ahora podría ser usado en su contra- explicó Lluis.
- Pero esto es un error, un error. El cuadro es una copia. Ayer me la trajeron. ¿No pensarán que es el original? ¡Están ustedes locos!
Al llegar a la oficina dejamos al supuesto delincuente en una sala, a la entrada, bajo vigilancia policial.
En seguida nos dirigimos al despacho de la inspectora Hidalgo, exultantes por nuestro hallazgo.
- ¡Qué pelotazo! ¡Seguro que de ésta nos ascienden!- comentaba Antonio.
- Pues yo de momento no canto victoria- Lluis siempre era más prudente y más acertado.
Al llegar a la puerta del despacho que estaba entreabierta, Candela nos hizo pasar.
- Inspectora Hidalgo, le traemos lo que quería.
- No podía estar más de acuerdo con usted- contestó mostrando una sonrisa malévola que me hizo sospechar lo peor.
- Muéstrenme el cuadro.
Entre Antonio y Lluis pusieron el cuadro sobre el mostrador. Los tres nos unimos a la posición de Candela para contemplar la obra maestra.
- Realmente es un hallazgo- nada más decir eso, comenzó a reírse.- Si esto fuese un examen estarían ustedes suspensos.
- ¡No puede ser!- exclamó Antonio.
- ¿Y la firma?- preguntó la inspectora.- Todo ha sido un montaje y ustedes han caído como  moscas.
Mis compañeros, conmocionados, se dejaron caer en sendos asientos.
- Solo le voy a decir una cosa, inspectora- la contesté- “O que en vida foi cabrón non mellora na ocasión”.
Después de pronunciar esa ofensa,  abandoné la oficina y me confundí entre los viandantes.

* FUENTE DE LA FOTOGRAFÍA: ecologiaverde.com